Las formas autócratas no solo suponen un riesgo añadido a la desestabilización de las sociedades en su conjunto, también configuran sociedades adosadas a la contemplación del poder, a la incapacidad para la innovación y al miedo colectivo que se reproduce culturalmente.

La gestión multilateral de los poderes, la responsabilidad institucional compartida, la constante mejora de los procedimientos, el respeto a los mismos y la lealtad colectiva en defensa de su valoración pública son el fundamento último no solo de una gestión pública responsable sino de una evaluación honesta de la gobernanza y del impacto legislativo y gubernativo de las políticas públicas.

No son buenos deseos ni palabras huecas. La gestión pública responsable es una técnica y una disciplina correlacionada directamente con el valor público de las instituciones la colaboración público-privada, la cooperación internacional y la inversión extranjera directa y la legitimidad y estabilidad de los sistemas políticos.